miércoles, 21 de abril de 2010

Juventud y Educación

Uno de los problemas fundamentales que enfrentamos quienes nos dedicamos a la educación universitaria, consiste en la poca importancia que los jovenes le están dando a la manera de cómo acercarse al conocimiento.

Desde hace tiempo, yo diría unos 10 años a la fecha, se nota que los intereses de la juventud se han dispersado hacia otros fenómenos, entre ellos: el uso indiscriminado de la internet y la intención -que puede ser sana pero no útil- de querer aprender mediante la visualización, desdeñando la lectura.

El joven de hoy -es posible que esta sentencia no sea general- desea que el conocimiento le llegue de manera fácil; cree que la imagen puede sustituir a la escritura y opta por ver y no leer. Obviamente ellos no son culpables de este fenómeno que está azotando al conocimiento y que necesariamente tendrá repercusiones graves en cuanto a la manera de razonar la vida social. El mundo actual induce a que esto suceda así. La proliferación de los medios visuales y su escaso control estatal lo estàn produciendo.

No pretendo que el Estado controle en el sentido duro a los medios visuales, como lo es la televisión, la internet, y aquellos que se nutren de estos para difundir a su manera el conocimiento. Lo que quiero dejar claro es que estos medios sí son útiles, pero no son los adecuados para lograr que el educando entienda plenamente a los fenómenos materia de estudio.
Los educadores a contrario sensu, tenemos la obligación de provocar la lectura y señalar que ésta jamás será sustituible por cualquiera de los medios visuales. Bien decía Giovanni Sartori en su espléndida obra El Hommo Videns que el libro jamás desaparecerá del escenario cultural, ya que sus ventajas son infinitamente enormes en relación a cualquier otro medio de aprendizaje.

Pero por más que el profesor induce a la lectura hay una negativa constante en no querer hacerlo. La ley del menor esfuerzo parece que es el vértice al cual el educando pretende instaurar como método para solucionar sus problemas académicos. En este sentido, los jovenes de hoy no compran libros, los fotocopean, y sólo aquellas partes que ellos consideran básicas, lo demás es intracendente. En cada escuela o facultad que visitamos encontramos uno o varios negocios de fotocopias, siempre están llenos a contrario de la librería y de las bibliotecas, que más bien parecen ser lugares casi desolados en donde sólo ocurren en casos de verdadera desesperación.

Es muy común observar que muchos profesores, sobre todo en el nivel del posgrado, trabajan con proyectores, los que sólo proyectan una idea en la pared y a partir de hai se inicia una determinada discusión. He sido testigo de que para discutir algo simple se pasan horas. Si ese profesor dejara una lectura para discusión al día siguiente, el ejercicio mental sería de notables diferencias, se razonaría no sólo un concepto sino todo el sentido de la lectura y el provecho sería indudablenmente mayor. No niego el valor educativo de los medios visuales, pero no creo que sean la solución, sólo son una ayuda limitada. Ah pero eso sí, el educando está más a gusto con un profesor que proyecta ideas en la pared que con aquél que los obliga a leer.

Nuestros niveles de lectura son muy bajos, no sé si haya indicadores para saber cuantas páginas en promedio tiene que leer, por ejemplo, un estudiante de Derecho, y si las hay estoy seguro de que no llegamos, al menos en nuestro medio, ni siquiera a la mitad, ya que otro fenómeno que se presenta es el desinterés por el saber.

Hoy se quiere saber sólo lo indispensable, aquello que es estrictamente necesario para acreditar una asignatura, todo lo demás sale de sobra. Sin duda que esa actitud se manifestará indudablemente en una mediocridad profesional. Lo triste del caso es que hay muchos profesores que nadan ese río y sólo se avocan a enseñar "lo indispensable", ya que así han sido diseñados muchos programas de estudio.

Concluyo con lo siguiente:

Es necesario rediseñar planes y programas de estudio en los cuales se tenga como prioridad el establecimiento de los métodos de aprendizaje, en los cuales la lectura obligada de textos sea obligatoria. Que haya en las bibliotecas el material suficiente para no provocar excusas para no leer, y que se tenga como filosofía del conocimiento el saber entender y comprender los fenómenos para poder estar en aptitud de resolover los problemas que nos presentará la vida diaria.

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