viernes, 26 de febrero de 2010

COMIDA CHATARRA

Ya lo sabíamos y no quisimos hacer caso. Hace años se nos venía diciendo que corríamos el grave riesgo de ser un país de gordos, sobre todo en la población infantil y juvenil. El pronóstico no fue desacertado hoy lo somos a grado tal que superamos a todos los países del orbe en la materia. Sin en algo somos el primer lugar es precisamente en obesidad, somos una nación integrada por mucha gente obesa, casi un tercio de la población y, para acabarla de amolar, que no hace ejercicio.

La obesidad, se ha dicho, es culpa de la comida chatarra dicen los enterados. Todos tenemos una idea bastante próxima al concepto médico de comida chatarra. Diríamos coloquialmente que es aquella que no aporta los nutrientes básicos necesarios y que, está integrada por un cúmulo de calorías que son exageradas e innecesarias para el organismo. Los refrescos, las papitas, los dulces en todas sus variedades, las hamburguesas callejeras, los hot dogs, tacos, tortas y demás especies derivados de la masa guisada con aceites o manteca, integran un menú letal para la salud a grado tal que el problema ya se convirtió en un asunto de extrema gravedad. En los próximos años el presupuesto asignado por el Congreso a la Secretaría de Salud será insuficiente para atender a los enfermos de diabetes, enfermedades cardiacas y tratamientos contra la obesidad que se pronosticaban como las principales enfermedades en el advenimiento del presente sigo; el pronóstico nuevamente se hace realidad, hoy la diabetes, en cualquiera de sus grados o manifestaciones médicas, ya es el problema de salud número uno y las derivadas de problemas coronarios la segunda.

El debate que se sigue a través de los medios se ha centrado principalmente en el sector social compuesto por los jóvenes, aún cuando sabemos que ese no es el único sector afectado. Y el alegato principal señala que en las escuelas se vende casi exclusivamente comida chatarra.
La Secretaría de Educación Pública ha señalado que es inútil reglamentar la venta de esa comida en las escuelas del país, que es mejor implementar programas específicos de educación y salud sobre todo en los libros de texto. Por su parte el Partido Revolucionario Institucional por conducto de la senadora María Elena Orantes ha propuesto una iniciativa de ley para reformar el artículo 75 de la Ley General de Educación a efecto de prohibir la venta de comida chatarra en las escuelas. El citado artículo actualmente avala que se realice o permita la comercialización de bienes o servicios ajeno al proceso educativo; la propuesta de la senadora acota lo anterior al indicar que se permita la comercialización “siempre y cuando no se trate de alimentos y bebidas con bajo valor nutrimental que contenga altos contenidos de azúcares refinados, sal, colesterol, ácidos grasos saturados y transaturados y aditivos en los establecimientos escolares o cooperativas en los que se expenden alimentos dentro de las escuelas a nivel básico” (El Universal, 26/02/010).

Como puede observarse el problema tiene dos argumentos bastante válidos: uno que defiende la SEP y que se reduce a un problema de cultura, y el otro promovido por el PRI que señala que la culpa está en la comercialización o venta de esa comida en los centros escolares.
En efecto los dos argumentos tienen sus razones de peso. Es verdad que la alimentación no sólo es una cuestión de supervivencia, sino de salud, y al serlo por ambas cosas se convierte en un factor de cultura: lo que comemos y como lo hacemos forma parte de la cultura de un pueblo. Pero también es cierto que las autoridades han permitido o avalado que en las escuelas se comercialicen productos que son dañinos a la salud y que es necesario poner un freno. Coincido con las dos vertientes para solucionar el problema del sobre peso y obesidad (que no son lo mismo), pero añadiría una solución más que bien puede acompañar a las anteriores la cual es difícil de llevar a cabo pero no imposible y consiste en lo siguiente: desde hace ya varios años se ha legislado para eliminar los comerciales que promueven el consumo de cigarrillos y de bebidas embriagantes, y en las tiendas no se permite la venta de estos productos a los menores de edad, pues bien, en materia de comida chatarra debiera hacerse lo mismo. No es quizás la solución radical al problema, si en verdad quisiéramos eliminarlo la solución sería prohibir la producción y venta de esos productos, pero eso acarrearía graves trastornos a la economía, ya que miles de empleos se perderían y el Estado dejaría de cobrar miles de millones de pesos vía impuestos que pagan las empresas transnacionales que producen y distribuyen dichos productos.

Por otro lado, está comprobado que los problemas de sobre peso y obesidad también son el resultado de la falta de ejercicio. Se dice que los mexicanos somos flojos que no hacemos ejercicio, pero resulta que no es un problema estrictamente nacional. Resulta que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico presenta los siguientes datos: Estados Unidos es el país que menos hace ejercicio, Canadá es el que más horas de uso de internet tiene, el 71% de los habitantes de Bélgica no practican ninguna actividad física, en Turquía dicha actividad por herencia familiar es casi nula, en Inglaterra el 52% de su población es sedentaria, en Polonia la gente ocupa mucho su tiempo para ver la televisión e internet, México es el país de mayor obesidad infantil por falta de ejercicio, Francia tiene el tercer lugar en obesidad infantil, en Alemania el 70% de los adultos presenta obesidad y, Portugal es el país europeo con menor hábito de ejercicio (El Universal 26/02/010).

De los diez países antes señalados cinco de ellos están considerados como naciones del primer mundo en materia económica, por lo tanto es fácil deducir que el problema de la falta de ejercicio es un problema no nacional sino global.

Así las cosas y reducido el problema a nuestro país, creo que es imperante el cambio de conducta ya sea para alimentarse y para dejar el sedentarismo, ambos acarrearán terrible déficit en el futuro mediato en atención médica y provocará no sólo a una población enferma desde la niñez, sino también a una considerable baja de la autoestima y de la productividad laboral. El Congreso mexicano debe legislar para prohibir la venta de comida superflua o chatarra y también, como ya se ha dicho, modificar conductas para que conscientemente dejemos a un lado el consumo de esos alimentos que a la larga nos provocarán graves problemas de salud.

1 comentario:

Anónimo dijo...

en ese articulo es cierto el 80porciento de personas ingieren comida chatarra y no piensan en los riesgos que pueden tener su vida la obesida

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