martes, 13 de marzo de 2012

Límites a la Propaganda Política

¿Cual es el límite de la libertad de expresión? Para un abogado el límite es el respeto al derecho de los demás. No se puede expresar todo lo que se desea si esa expresión daña los derechos de los demás, quien quiera que estos sean. En este sentido esta libertad tiene un lado positivo y negativo. Está bien que así sea ya que todo derecho no puede estar fundado en una libertad absoluta, ni este derecho ni todos los demás.

Si el ser humano tiene reconocido el derecho a la libre expresión ¿se puede decir lo que sea, incluso una barbaridad? Me explico: en estos tiempos de campañas electorales los pretensos a candidaturas hacen uso de su derecho de manifestar cualquier cosa en aras de obtener el consenso ciudadano, están en su derecho de hacerlo, pero el receptor del mensaje valora lo que se le dice y si lo que se le dice no corresponde a una idea clara y precisa no tiene obligación de hacer el menor de los casos. ¿Hasta donde la ciudadanía tiene la obligación de ser receptor de ideas incongruentes, aún cuando esas ideas sean producto del uso de un derecho constitucional? Por supuesto que no tienen esa obligación, simplemente se puede desechar la idea o propuesta y con eso basta.

La cuestión estriba en que quien hace uso de ese derecho tiene que ser congruente. La libertad de expresión implica una responsabilidad, sobre todo si su uso es con motivo de obtener consenso para el acceso al poder público. En política se debe ser claro y preciso, en la propaganda electoral los mensajes deben contener ideas claras sobre la intención del candidato, su forma de expresión aunque lisa y llana tiene que abarcar la idea general de lo que se quiere transmitir al votante. Si esa propaganda no reune esa pequeña característica entonces no se transmite nada, sólo la idea de que se quiere llegar al poder, y eso no basta.

Los ciudadanos tienen el derecho de conocer y saber las intenciones de los candidatos -al cargo popular que sea-, la propaganda sirve presisamente para eso, pero por desgracia se ha permitido que baste únicamente la idea de que se pretende el poder para validar desde cualquier ángulo todo tipo de propaganda. En este caso, que es dramático, nos hemos acostumbrado a una disputa por el poder con contenidos vacíos; basta leer la propaganda pegada o puesta en lugares públicos para darnos cuenta de que ahí no aflora una idea congruente en relación a la persona y partido que se postula. Tal parece que nos basta con personalidad de los candidatos para racionalizar nuestro voto.

El caso del candidato del PRI Enrique Peña Nieto es más que ejemplificativo. Muchos electores ven en él su apariencia física como si eso fuese suficiente para garantizar un buen gobierno. Es verdad que los medios de comunicación tienen mucho que ver, construyen o destruyen personalidades, a López Obrador se le tiene, en esos medios, como el "enemigo de México", por ejemplo. Independientemente de ello, el buen ciudadano -me refiero a aquél que se informa de política y tiene una determinada ideología, de la cual no es indispensable ser especialista-, sabe cual es el alcance de la propaganda que rodea a los políticos y de la influencia de los medios. Pero al lado de estos ciudadanos hay otros que desgraciadamente no cuentan con esa información y precupación por el acontecer nacioanal, a estos sí les impacta lo que se diga en la tele o que en el cartel propagandístico haya una buena foto en la que el candidato salga con su mejor lado.

Por supuesto que es válido en un sistema liberal como el nuestro (¿acaso será lo mejor?) que los medios participen alagando o no a un candidato, en eso no tengo inconvenientes, pero el supuesto legitimador de esa actividad tiene que estar directamente relacionada con la inteligencia ciudadana y su saber político, que es aquí donde todo se tuerce. Por desgracia nuestro nivel de "conocimiento" de la política real, es escaso. Somos un pueblo, que en lo general no lee. Y si no lo hace poco puede valorar la libertad y responsabilidad de expresión que se hacen en política.

La libertad de expresión en política tiene que ser congruente, clara, precisa, que no deje lugar a dudas sobre lo que se quiere o pretende. No basta decir que: "se ama al país" frase que es ridícula; que "lucharé por tus derechos"; que "tarbajaré por mejorar la educación", etc. Estas sólo son frases de bajo contenido enunciativo y valorativo. Los propagandistas de la política deberán ser mejores constructores de mensajes que aunque lisos y llanos informen sobre el contenido ideológico y propósitos de los pretensos servidores públicos, así el pueblo votante tendrá mayor información para elegir a quien crea lo merezca.

La propaganda electoral es una vertiente del derecho a la libertad de expresión e información. Al ser tan importante no puede ni debe ser un instrumento de comunicación de ideas abstractas y bastante generalizantes. El votante merece respeto y no está obligado, como lo he sostenido, hacer caso a esa clase de propaganda o acaso ¿creerán que somos idiotas?
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