miércoles, 1 de julio de 2009

LEONCIO DOMINGUEZ, EL AMIGO

Cuando las personas mueren se llevan algo muy especial y nos dejan los recuerdos, incluso los recuerdos que nos quedan parecen que son sacados de una novela o que son vivencias de otras personas. El misterio de la muerte es así, inexorable e irresoluto, nos deja sólo la memoria para mantener viva a la persona, aún cuando esto parezca un contrasentido. Cuando se trata de un amigo la noticia de su fallecimiento nos consterna, quizá no más cuando muere un familiar cercano, pero el sentimiento es parecido, eso es lo que siento con la desaparición física de mi amigo Leoncio Domínguez.

Conocí la infausta noticia a unas cuantas horas del trágico evento, mi hermana Blanca me habló por teléfono a la casa y rato después llegaron varios mensajes vía celular. No supe que hacer, encendí la computadora para ver si la prensa local decía algo pero al no encontrar noticias supuse que su muerte había sido en la madrugada, tal y como fue.

Los recuerdos que nos deben quedar de nuestro amigo Leoncio, deben ser alegres, pues una de sus grandes virtudes fue el saber ser amigo, yo no puedo tener queja de ello, siempre me trató con respeto y camaradería, con alegría y seriedad cuando el caso lo ameritaba. Políticamente puede ser que no fuésemos coincidentes, pero siempre fue respetuoso del derecho de escoger y de opinar de los demás. Una de las cosas que le admiré como persona fue el hecho de que aunque no estuviese de acuerdo con él siempre te daba razones para fundamentar su pensamiento, en este sentido debo decir que fue un hombre ordenado en el pensar y alejado de toda intolerancia.
Como compañeros en la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Guerrero, donde fungimos un buen rato como Consejeros Técnicos, Leoncio siempre daba las buenas razones de los asuntos que ahí se trataban, su pensamiento liberal lo conducía siempre a la justicia y el orden, en todos los casos que conocimos siempre el espíritu de reivindicación hacia los menos favorecidos fue su estilo de conducirse. Odiaba la discriminación de toda clase y nunca le escuche espetar en contra de los demás sin que hubiere una razón estrictamente justa para hacerlo, la moderación en su habla fue también una virtud que adquirió con la madurez y la inteligencia que lo destacaba.

La Universidad de Guerrero pierde a un buen elemento, dudo mucho que las autoridades de nuestra máxima casa de estudios le hagan un reconocimiento por tantos años de servicio y por haber sido un profesor cumplido que le dio a la comunidad universitaria lo mejor de sí. Hoy nuestra Universidad se olvida de sus hijos y evita reconocerlos, es una pena pero así es. Leoncio Domínguez caminó por la vida con gran interés sobre el futuro político del Estado de Guerrero y del país, siempre le interesaron los movimientos ciudadanos y creyó en las virtudes de la democracia, aún cuando sabía que estábamos lejos de abordar a ella.

Hace pocos días alguien me envió un coreo con algunos pensamientos de John Lennon de quien Leoncio era profundo admirador, recuerdo que uno de ellos más o menos decía así: “ Vivimos en una época donde para hacer el amor hay que esconderse, mientras que a la luz del día hacemos la guerra”. Leoncio bien pudo reivindicar este pensamiento y hacerlo suyo, de hecho lo hizo porque el amor fue el objetivo de su vida y la violencia su penar.

Su muerte prematura deja un vacío social que difícilmente podrá ser llenado; recordémoslo como era, jovial, con una sonrisa de oreja a oreja, comentando los problemas y dando soluciones, siempre con proyectos en mente y haciendo crítica constructiva. Descanse en paz nuestro amigo, que Dios lo tenga y lo cuide para siempre. A sus familiares resignación y el consuelo de que murió un hombre bueno.
Miguel Ángel Parra Bedrán
Julio 1 de 2009

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