miércoles, 18 de noviembre de 2009

Corrupción

De acuerdo con los datos duros que publica Transparencia Internacional y que los diarios nacionales recogen, México es cada año un país más corrupto. En 2008 ocupabamos el lugar 72 mundial en índice de corrupción y en este año bajamos al lugar 89 con una calificación de 3.3 al igual que países como Malawi y Ruanda y por debajo de Guatemala, El Salvador, Colombia y Brasil.

Los datos son escalofriantes puesto que revelan una realidad cruda: la corrupción, que bien puede ser definida como el conjunto de comportamientos humanos no alienados con la ley, forma parte del quehacer nacional, es una institución social que damos por válida y racional en nuestro interactuar con los demás, por ello no sólo es gracioso el famoso dicho de que “quien no tranza no avanza”, sino que sociológicamente es una descripción del carácter nacional; el ser así nos ha hecho creer que el ser corrupto es un hecho lógico y natural que forma parte de la racionalidad nacional.

Por supuesto que quien piensa así está en un completo error. La corrupción o no alineamiento a la ley, supone su desprecio, al ser así prueba que las instituciones políticas han fracaso rotundamente al no contener estas bases mínimas para el desarrollo humano. Fracasa el Estado o al menos el modelo moral que lo sustenta, el cual derrama sus procederes a la vida social como ejemplo a seguir.

Con ello quiero dejar claro que la corrupción no es un hecho social emanado de la sociedad misma, sino que, es producto de la pésima construcción de un Estado que no ha podido al menso ser el contenido ético mínimo necesario para el buen vivir.

Por último, el combate a la corrupción debe darse: en la construcción e implantación de un nuevo modelo educativo que refuerce el respeto a la ley, a los valores socialmente aceptados y, en la adopción de un nuevo modelo político-jurídico. ¿Seremos capaces de logarlo?
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