viernes, 21 de agosto de 2009

ARMANDO CHAVARRIA

Armando Chavarría Barrera nació como político en la Universidad Autónoma de Guerrero. Desde muy joven le gustó la política y destacó en ella hasta donde las fuerzas oscuras de la ignominia lo dejaron. En la máxima casa de estudios pudo haber llegado a la rectoría, pero siempre la mano inconveniente salía de su cueva para que no lo lograra. Cierto, quien se dedica a la política lleva el riesgo de que el pan sostenido en la mano nunca llegue a la boca.

Supo desde siempre que la conciliación era la mejor arma para tener fieles soldados para su causa. Nunca que yo haya sabido utilizó la discriminación o el avallasamiento para deshacerse de sus enemigos, y tan fue así que muchos de ellos tiempo después se hicieron sus aliados.
No quiero, como se hace en estos momentos de reflexión, alabar a quien ha caído en una lucha política, porque su muerte trágica fue en la lucha por hacer de nuestro Estado un territorio mejor, donde las ideas sociales pudieran ser el motivo de la reivindicación de quienes menos tienen. Sin embargo, la alabanza no es vituperio cuando todo un pueblo ha sentido una pérdida tan notable como la suya.

Hoy nuestro país y en particular el Estado de Guerrero es víctima cruel de las políticas neoliberales y de un desprecio por la legalidad. Hoy se privilegia en el arte de gobernar el patrimonialismo y la facción, como posibilidades casi únicas para abordar al poder, y digo casi únicas porque Armando Chavarría supo llegar hasta donde lo dejaron no por ser faccioso o unirse con los más poderosos, sino porque forjó durante años una manera de hacer política respetando la virtud del contrario y alabando las propias de sus seguidores, eso hizo sin lugar a dudas que la gente que estaba con él creyera en su proyecto y en esa nueva forma de abordar al poder no olvidando que los menos favorecidos deberían ser el lev motiv de su proceder. Armando, por eso, fue uno de los pocos líderes verdaderamente de izquierda en el Estado, ya que es fácil decirse de izquierda para llamar la atención y decir que se está con el pueblo cuando en realidad las intenciones son otras, eso no paso con Armando, quien hasta su último aliento sabía que a la gente de nuestro sufrido pueblo había que darle un aliento de esperanza con políticas reivindicadoras de izquierda.

Fui testigo de alguno de sus enojos cuando las cosas no marchaban acorde a su proyecto, fui testigo de algunos de sus éxitos, y en ambos casos reinó la cordura y la sapiencia de que en política el éxito y el fracaso solo son momentos pasajeros. Su vida fue plena y los años que vivió fueron intensos. La última vez que lo vi fue en la Secretaría General de Gobierno, platicamos de muchas cosas y siempre riéndonos, así abordaba los problemas, aunque su carácter era fuerte y no siempre se reía de todo, sobre todo cuando la seriedad del caso lo ameritaba.

Fue un aprendiz rápido y capaz de la política, pero olvidó un principio fundamental de la política mexicana expresado por en entonces presidente de la república Álvaro Obregón “mientras más matas más gobiernas”. Y olvidó también que en este sistema político la traición es pan de todos los días, confió en sus habilidades y en el calor del beneplácito popular que lo arropaba. La confianza ciega en los demás ha causado que políticos como él hayan caído desde lo más alto, sin importar lo que diga o lo que piense el pueblo.

Con su muerte no sólo se pierde a un político importante, se pierde ya casi en definitiva la confianza en que la política es el método idóneo para abordar al poder. Se está en riesgo inminente de asegurar, al menos en Guerrero, la tesis del Estado fallido, se percibe la idea del retorno de la crueldad y la violencia desde el poder o desde las fuerzas de presión del Estado, se confirma un estado de cosas que producen temor en la ciudadanía que hacen que el ciudadano común tema y no desee salir a la calle. Así es imposible hablar de democracia.

El artero asesinato perpetrado en su contra, dejo muy mal herido al sistema político guerrerense, el cual podría emitir signos de recuperación en caso de que se aclare plenamente quienes jalaron el gatillo y quien o quienes ordenaron semejante magnicidio. El gobierno actual tiene la palabra, si no lo hace será corresponsable y el pueblo tendrá la palabra.

No queremos más discursos, más pretextos, más excusas, queremos saber la verdad porque de no haberla no se habrá rendido el más mínimo homenaje a un caído por la democracia.
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